sábado, 11 de octubre de 2014

 DOMINGO XXVIII DEL T. ORDINARIO 9 DE OCTUBRE


El banquete del Señor


     Hoy, Jesús nos muestra al rey (el Padre), invitando —por medio de sus “siervos” (los profetas)—, al banquete de la alianza de su Hijo con la humanidad (la salvación). Primero lo hizo con Israel, «pero no quisieron venir» (Mt 22,3). Ante la negativa, no deja el Padre de insistir: «Mirad mi banquete está preparado, (...) y todo está a punto; venid a la boda» (Mt 22,4). Pero ese desaire, de escarnio y muerte de los siervos, suscita el envío de tropas, la muerte de aquellos homicidas y la quema de “su” ciudad (cf. Mt 22,6-7): Jerusalén.

   Así es que, por otros “siervos” (apóstoles) —enviados a ir por «los cruces de los caminos» (Mt 22,9): «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas...», dirá más tarde el Señor Jesús en Mt 28,19— fuimos invitados nosotros, el resto de la humanidad, es decir, «todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales» (Mt 22,10): la Iglesia. Aún así, la cuestión, no es sólo estar en la sala de bodas por la invitación, sino que, tiene que ver también y mucho, con la dignidad con la que se está («traje de boda», cf. v. 12). San Jerónimo comentó al respecto: «Los vestidos de fiesta son los preceptos del Señor y las obras cumplidas según la Ley y el Evangelio que son las vestiduras del hombre nuevo». Es decir, las obras de la caridad con las que se debe acompañar a la fe.

    La invitación fue enviada a los que les correspondía, pero la desecharon. Y Dios entonces sale al encuentro de otros, por los caminos y las encrucijadas de la vida: los pobres, a los rechazados, a los enfermos, a los pecadores públicos. E incluso se pone a comer con ellos.La meta de nuestra vida es como ese gran banquete: la comunión total con Dios, la alegría sin fin. Nuestra vida es un caminar hacia ese gran banquete. No es una invitación a no sabemos qué o a no sabemos dónde. Se trata de una invitación universal a todos los pueblos, a disfrutar de esa mesa con mayúsculas que es la Vida Eterna. Lo único que nos pide es que vayamos con el “traje de fiesta”; que acudamos preparados para la ocasión. 



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